El fortalecimiento de relaciones de Arabia Saudita con Rusia, aunque esperable —por la gran admiración que el primer ministro saudí ha expresado hacia Vladimir Putin—, ha activado las alarmas en la comunidad internacional. Ambos mandatarios han iniciado guerras en países vecinos y tienen influencia significativa en el mercado energético, por este motivo es fácil asumir con sospecha el acercamiento de estos dos países.
Mientras gran parte de Europa, EE.UU. y el Reino Unido están intentando, por todos los medios posibles, combatir un gobierno ruso cada vez más amenazante, el príncipe Bin Salmán ha optado por el fortalecimiento de relaciones con Putin. En días pasados, en una reunión de la OPEP+, el grupo ampliado de países productores de petróleo liderado por Rusia, se tomó la decisión de reducir la producción de petróleo en 2 millones de barriles diarios con el fin de que los precios se mantengan o se aumenten. Esta decisión se tomó en contra de la solicitud de occidente de aumentar la producción para que bajaran los precios del petróleo y tener un respiro ante la inflación rampante en el mundo. Esta decisión, sumada a la interrupción generalizada del abastecimiento de gas en Europa por la guerra, intensificará la crisis de seguridad energética.
