Ambigüedad estratégica
Reportera: ¿Está dispuesto [Presidente Biden] a involucrarse militarmente para defender a Taiwán si fuera el caso?
Biden: Sí.
Reportera: ¿Lo está?
Biden: Fue el compromiso que hicimos.
La pregunta parecía relativamente benigna, o probablemente se esperaba una respuesta enmarcada en la ambigüedad estratégica que ha caracterizado la relación de EE. UU. con Taiwán. Sin embargo, Biden, se salió del libreto y respondió de forma categórica. La Casa Blanca se apresuró a aclarar el comentario y negó que se tratara de un cambio en de política, indicándole a Beijing que quería mantener el status quo y a Taiwán que no contara con su apoyo para declarar su independencia.
El asunto de Taiwán es muy complicado en términos diplomáticos porque China es muy celosa de que se admita la existencia del país como una entidad política diferente a la misma China. (En el 2020 se hizo viral un video de un oficial sénior de la OMS tratando de evadir el tema de Taiwán y fallando miserablemente). La “ambigüedad estratégica” predicada por EE. UU. refuerza lo enredada que es la situación: prefieren no comprometerse para no alienar al gobierno chino, pero tampoco afirman que no harán nada si China intenta controlar la isla. Los intereses económicos en juego son enormes. Taiwán controla el 65% del mercado global de semiconductores y procesadores para computadores, con una sola empresa, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, controlando más de la mitad del mercado.
En su declaración, Biden comparó el caso de Taiwán con Ucrania, en parte como aclaración de su comentario y en parte, posiblemente, como un mensaje a China. Pero al hacerlo, una de las principales enseñanzas de Harry Potter: Draco dormiens nunquam titillandus, o “no le hagas cosquillas a un dragón dormido”.