
Dina Boluarte, presidenta de Perú, ordenó la remoción definitiva del embajador de su país en México. La decisión fue tomada después de que Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, reafirmara públicamente su apoyo al exmandatario destituido Pedro Castillo, mientras que, también, catalogaba como espuria a la nueva presidencia.
Boluarte —en compañía del presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola y la canciller Ana Gervasi— rechazó energéticamente las declaraciones de López Obrador, anunciando, además, que las relaciones diplomáticas entre Perú y México quedaban formalmente entre encargados de negocios. Esta decisión se suma a la expulsión de Pablo Monroy, quien ocupó el cargo de embajador mexicano en Perú hasta finales del año pasado y, en consecuencia, termina de desquebrajar la relación entre ambos países.
López Obrador fue acusado por Boluarte de violar el principio del derecho internacional sobre la no injerencia en asuntos internos y, aún más grave, de respaldar el intento de golpe de Estado de Castillo. Sin duda alguna, en este contexto, se viene una temporada de fuerte tensión para América Latina, que parece ir en contravía del supuesto objetivo —declarado, en conjunto, por algunos de sus presidentes— de integración regional.