
La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas publicó ayer un comprometedor reporte, liderado por la titular de la oficina, Michelle Bachelet, en el que se señala que las acciones de China contra la minoría uigur en la provincia de Sinkiang “pueden constituir crímenes de lesa humanidad”. Pese al lenguaje diplomático, las conclusiones del informe son severas, razón por la que el gobierno chino se opuso a su publicación. El reporte fue publicado minutos antes de la medianoche de ayer en Ginebra, justo cuando Bachelet abandonaba el cargo. Su gestión de este asunto le mereció tantas críticas que Bachelet había decidido no buscar un segundo período al frente de la organización.
¿Por qué la critican?
Tras su visita a Sinkiang en mayo pasado, se le cuestionó no haber denunciado la represión china de los uigures. Ahora, con la publicación del informe comprometedor, la critican por 1) haberse demorado más de un año en entregarlo y 2) esperar hasta el último momento para publicarlo. La señalan de haber hecho lo mínimo necesario y abandonar la lucha porque no se sabe quién la sucederá o qué capacidad tenga de empujar el tema contra la férrea oposición china, cuyo gobierno tildó el reporte de ser una farsa.
¿Qué estuvo bien?
Bachelet es una política hábil. En su visita a China en mayo prefirió ser prudente en vez de confrontar a los chinos. En su discurso de despedida, hace un par de días, afirmó la importancia de privilegiar el discurso constructivo con los Estados para evitar fracturas mayores de las instituciones multilaterales. Su decisión de esperar le permitió hacer público el secreto a voces de las vejaciones a las que China somete a los uigures y otras minorías. Ahora es el turno de la comunidad internacional de presionar a China para que cesen los crímenes de lesa humanidad.