
Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse el año pasado, la crisis en Haití sólo se ha profundizado. El gobierno interino de Ariel Henry ha tratado infructuosamente de controlar el orden público, pero las bandas criminales han aprovechado el vacío de poder para imponerse. Un nuevo brote de cólera está afectando a todo el país y la comunidad internacional permanece impávida mientras la crisis se agudiza.
En septiembre pasado el gobierno anunció que iba a quitar el subsidio a la gasolina, lo cual produjo protestas masivas. La violencia no cesa y ya ha tomado los niveles de una guerra civil. El mes pasado, el gobierno de Henry solicitó a la comunidad internacional la intervención de una fuerza internacional armada para intentar contrarrestar la violencia de las pandillas. Algunos países, como Canadá, Estados Unidos y México, enviaron vehículos blindados y otros equipos, pero no quieren enviar sus tropas a la isla.
No obstante, en EE. UU. crece la preocupación por la situación de Haití. Efectivamente, altos funcionarios del gobierno Biden están presionando para que se envíe una fuerza armada multinacional a Haití. Su principal temor es que se produzca un evento masivo de migración hacia ese país. Daniel Foote, un diplomático que estuvo en Haití el año pasado y renunció criticando la política de deportación de migrantes haitianos como “inhumana”, señaló la gravedad de la situación: “Para el gobierno de Estados Unidos, la mayor pesadilla haitiana siempre ha sido un evento de migración masiva. Ya es algo posible: el próximo paso tendría tintes bíblicos, con personas cayéndose desde cualquier cosa que pueda flotar. No estamos tan lejos de eso”.
Estados Unidos está tratando de convencer a otros países de enviar personal a la isla. Para ello respaldaron una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU, pero con la salvedad de que no se incluyan tropas estadounidenses por la larga historia de intervenciones de EE. UU. en Haití, las cuales han resultado poco eficaces.
Todo el mundo sabe lo que va a pasar con Haití, pero hay muy poca voluntad política en la comunidad internacional para tratar de desactivar la bomba de tiempo que es ese país.