Hace un año, el presidente de El Salvador, Nayib Buekele —quien se jactaba de ser el dictador más cool del mundo—, inició el arriesgado experimento de adoptar el bitcoin como moneda oficial de su país. ¿Cuál ha sido el resultado? El presidente del Banco Central salvadoreño lo sintetizó de forma contundente cuando puntualizó “aquí ya nadie habla de Bitcoin, ha caído en el olvido. No sé si llamarlo un fracaso, pero ciertamente no ha sido un éxito.”
Para darle crédito a Bukele, El Salvador alcanzó a montarse en la cresta de la última ola de la criptomoneda. En septiembre de 2021, el bitcoin estaba en más de USD $48,000 y alcanzó su pico de casi $67,000 en noviembre de ese año. Desde entonces ha caído en picada y ayer cerró en $19,222 y existen muchas dudas sobre su estabilidad como activo. Además de haber perdido más de la mitad de los USD $100 millones invertidos, casi ninguno de los propósitos originales de la medida se han cumplido. La economía sigue en estado crítico con un muy alto nivel de endeudamiento (relación entre deuda y PIB del 87%). Aunque es probable que El Salvador logre pagar los USD $1000 millones de deuda en enero próximo, la situación económica del país es insostenible si no hacen ajustes para tener mayor disciplina fiscal. El FMI se ha mostrado reacio a conceder un préstamo por USD $1300 millones por la incertidumbre que generan las inversiones en criptomonedas.
Por otro lado, la criptomoneda no ha ayudado a bancarizar a los salvadoreños, 70% de los cuales no están en el sistema. Bukele ofreció un subsidio de $30 dólares (casi 10% del salario mínimo) para quienes descargaran la aplicación oficial y abrieran una cuenta. Sólo la mitad de la población lo hizo. Además, un 20% no usó el dinero y un 60% adicional lo gastó y no volvió a usar la app.
