
Marcelo Pecci, fiscal paraguayo especializado en lucha contra el crimen organizado, fue asesinado en Cartagena, Colombia, en dónde se encontraba de luna de miel. La pareja estaba en la playa de un hotel en la turística isla de Barú cuando, al mejor estilo de Hollywood, llegaron unos sicarios en motos de agua y le dispararon a Pecci. Su esposa, la periodista Claudia Aguilera, quien había publicado recientemente en redes sociales que estaba en embarazo, resultó ilesa, al igual que un guarda de seguridad del hotel. El crimen es impactante por el alto perfil de la víctima y por su carácter transnacional.
Un fiscal incómodo
Pecci era reconocido por ser un fiscal honesto —lo cual no es la norma en Paraguay— y por adelantar procesos importantes por narcotráfico y lavado de dinero en su país. De acuerdo con el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia internacional, paraguay se ubica en el puesto 128 (entre 180) y, junto con Bolivia, es el segundo país percibido como más corrupto de suramérica, detrás de Venezuela.
En febrero pasado, el fiscal paraguayo lideró la operación “A Ultranza Py” que buscaba desmantelar un importante cartel de cocaína en su país. Como resultado del operativo fueron capturadas una docena de personas, fueron sindicadas otras tantas y fueron incautados bienes muebles e inmuebles por valor de unos USD$100 millones. Este cartel de narcotráfico se encargaba de ingresar coca al país desde la vecina Bolivia. Allí era transformada en cocaína en laboratorios clandestinos para luego ser enviada a Europa y África.
La relación entre el narcotráfico y el Partido Colorado, actual partido de gobierno y que ha estado en el poder por setenta años, se remonta a las décadas de 1960 y 1970. El exdictador Alfredo Stroessner y empresarios cercanos controlaron las redes de tráfico de heroína, marihuana y cocaína, además del contrabando del whisky y los cigarrillos. Más recientemente, el pasado mes de febrero, el presidente Benítez destituyó a su ministro del Interior por nexos con el narcotráfico.
Criminales colombianos
No deja de ser llamativo que el homicidio se haya cometido en territorio colombiano. Todo indica que la orden habría venido desde su país, lugar donde el fiscal paraguayo tenía abundantes enemigos. Sin embargo, Colombia se destaca por tener poderosas organizaciones criminales con abundantes sicarios y mercenarios dispuestos a hacer trabajos sucios. Es difícil no pensar en el operativo del comando colombiano que ejecutó el asesinato de Jovenel Moïse, presidente de Haití, a mediados del año pasado.