
El gobierno paquistaní le imputó cargos de la ley antiterrorismo al exprimer ministro, Imran Khan. Se trata de una jugada política riesgosa porque busca acallar a uno de los principales críticos del gobierno y que podría generar protestas por parte de sus seguidores. El imputado es una figura carismática y reconocida en Pakistán. Antes de dedicarse a la política fue una estrella del críquet y fue el capitán del equipo que ganó el campeonato mundial en 1992 por primera y única vez para ese país. A finales de la década de 1990 fundó el Movimiento por la Justicia de Pakistán, partido que se convirtió en el más grande del país y con el cual ganó las elecciones generales de 2018. Sin embargo, en abril pasado, fue removido del cargo por medio de un voto de no confianza.
El fin de semana pasado, en uno de sus multitudinarios mitines, Imran Khan acusó al gobierno de retener ilegalmente y torturar a uno de sus colaboradores, quien fue acusado de sedición. Por estos hechos, el gobierno lo señala de amenazar a algunos funcionarios públicos —a quienes mencionó con nombre propio— y le imputó los cargos de sedición a él también. El acusado deberá presentarse ante un juez y es probable, dado el precedente, que no sea privado de su libertad. El pulso es complicado porque el hombre tiene una base de apoyo muy grande en todo el país, lo que podría generar inestabilidad política en un territorio clave geoestratégicamente y que, además, posee armamento nuclear.