
El gobierno de Emmanuel Macron se enfrentó a otra moción de censura -siendo dos en un día-, pero no parece que vaya a vivir para contar una tercera. La tensión interna se agudiza y la elección de la nueva primera ministra de Italia, que es de ultraderecha, puso contra las cuerdas al gobierno francés que está liderando los esfuerzos por proteger refugiados y concretar el fin de la guerra en Ucrania. No sería sorpresa que la torre de Jenga cayera en cualquier momento.
¿Qué pasó esta vez?
Macron quedó sin músculo legislativo tras las elecciones. Por ello, la primera ministra francesa, Elisabeth Borne, tomó la decisión de activar un artículo de la constitución que en situaciones críticas, como la crisis económica, permite al gobierno aprobar el presupuesto nacional sin necesidad de que se vote en el parlamento.
Como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, derecha e izquierda respondieron con una moción de censura cada una. La de la derecha solo alcanzó noventa votos. No obstante, su popularidad es tal que una victoria electoral estaría a la vuelta de la esquina si Macron cae ahora. Por eso dijeron que la gravedad del hecho iba más allá de la ideología y apostaron todo a apoyar la moción de la izquierda, que consiguió 239 votos. Faltaron 50 para lograr el objetivo.
Una amenaza que parece súplica
Lo que evitó que la herida fuera mortal fue el miedo de los Republicanos. Macron dijo que si el gobierno era censurado cerraría la Asamblea y convocaría a elecciones adelantadas. Ese partido de derecha moderada tiene 62 escaños, pero su popularidad va tan en picada que unas elecciones adelantadas prácticamente los sacarían del poder. Salvaron a Macron para proteger su propio pellejo, pero si la derecha logra unirse en un siguiente asedio, las cosas podrían ser muy diferentes para Francia y Europa en su conjunto.