Elon Musk visitó hoy la sede principal de Twitter en San Francisco, acto que hizo público en un video que subió a la red social en el que se le ve entrando al edificio cargando un lavamanos e hizo un juego de palabras al respecto (“Entering Twitter HQ – let that sink in!”). Este viernes vence el término para que haga efectiva su oferta de compra o de lo contrario iniciará el juicio en su contra por la demanda que interpuso la compañía cuando intentó romper el compromiso.
Twitter ya no será lo mismo
La adquisición de la empresa por parte del magnate implicará cambios trascendentales en la aplicación que utilizan unas 400 millones de personas —incluyendo un número indeterminado de cuentas falsas, lo que fue motivo de fricción entre Musk y Twitter y expuesto como excusa para echar la compra para atrás. Primero, Musk ha señalado ser un “absolutista de la libertad de expresión”. Por tanto, se espera que se relajen las políticas de moderación de contenidos en la red. Musk también ha dicho que levantará el veto de Trump y le permitirá volver. Así, es previsible que aumente la desinformación, las noticias falsas, el odio y el cibermatoneo. Segundo, Musk quiere que la empresa evolucione a ser una aplicación para todo —cuyo nombre, “X”, es aún más insulso que “Meta”— moldeada en semejanza WeChat. Esta última es una app china que inició como red social y se transformó en una suerte de ventanilla única que ofrece contenidos de red social, mensajería instantánea, comercio electrónico y gestión de servicios y que se ha vuelto fundamental en el día a día de los chinos. Por último, Musk quiere volver a Twitter una empresa privada, es decir, que no cotice en la bolsa, y ha dicho que va a recortar la planta de personal en un 75%.
De esta forma se daría fin a la montaña rusa que Musk —quien se autoproclamó tuitero jefe— inició en abril pasado cuando ofreció comprar Twitter por $44,000 millones de dólares.
