
Ayer en la celebración del día de la Armada, Putin anunció la nueva doctrina naval rusa en la que plantea su ambición de volverse una “gran potencia marítima” y recalca que sus principales amenazas son la política estratégica de Estados Unidos de controlar los océanos y la expansión de la OTAN.
Nuevas bases y armamento más sofisticado
Para lograr sus propósitos, plantea crear nuevas bases navales en el Mediterráneo, el Pacífico, el Índico y en el Golfo Pérsico, lo cual implica fortalecer sus relaciones con países como Arabia Saudita, India, Irán e Irak. En cuanto a la capacidad bélica, Putin anunció que en el corto plazo dotará a su armada con sus misiles hipersónicos Zircon, los cuáles pueden viajar a velocidades entre cinco y diez veces superiores a la velocidad del sonido. En el largo plazo, el objetivo es superar una de las debilidades críticas de la armada rusa: su falta de portaaviones. Actualmente, 48 portaaviones navegan por el mundo. De estos, once son de Estados Unidos cuya capacidad de carga es más del doble de la de todos los demás portaaviones juntos. Rusia tiene sólo uno.
Geoestrategia
La guerra en Ucrania ha marcado un hito en la política exterior de Moscú. Putin realizó esta agresión justificándola como una jugada defensiva frente a la expansión de la OTAN. También está usando la dependencia europea del suministro energético ruso para asentar su posición frente a occidente. La nueva doctrina naval revela de forma más clara los intereses rusos de contrarrestar el poder de Estados Unidos y sus aliados buscando la cooperación de países estratégicos como Irán o India. Puede que por ahora sólo sea un discurso en un desfile militar, pero Rusia está mostrando su capacidad de jugar duro en el tablero geoestratégico global.