
Se le dijo, se le advirtió y no hizo caso. Tal como se esperaba y contrario a lo que decía la agenda oficial de su gira por Asia, Nancy Pelosi visitó Taiwán. La furia de China no se hizo esperar y el gobierno de EE. UU. ahora tiene una papa caliente de la que es difícil deshacerse. La visita en sí es un gesto simbólico principalmente y así lo señaló al tuitear que con ella “honra el compromiso inquebrantable de Estados Unidos de apoyar la vibrante democracia de Taiwán”. Con las elecciones de noviembre en EE. UU. es probable que Nancy deje de ser la Presidenta de la Cámara y que ese cargo lo ocupe un republicano. En los meses que le quedarían en su rol de liderazgo es poco probable que logre cambios significativos de política. Pero, naturalmente, la política también se hace con gestos y símbolos. Para China, la visita constituye una violación de su soberanía porque alienta al movimiento independentista taiwanés.
La respuesta
Como señalamos ayer, China ha tomado medidas importantes para resaltar su disgusto con la visita de Pelosi. Las tropas chinas se movilizaron rápidamente y se anunciaron ejercicios militares en el Estrecho de Taiwán con municiones reales del 4 al 7 de agosto. Igualmente, ya se dieron las primeras sanciones económicas con las que China detuvo la importación de productos agrícolas de Taiwán. El presidente Xi puede usar esta oportunidad para perseguir uno de sus principales objetivos políticos: unificar a Taiwán y China. En junio pasado, la cancillería china declaró la soberanía china sobre el Estrecho de Taiwán y señaló que no debía considerarse como aguas internacionales.
Las otras partes
Estados Unidos recalcó que la visita no cambia nada y que Washington suscribe a la política de “Una sola China”. Pero internamente las acciones de Pelosi son un problema para Biden porque no puede desautorizarla, pero es él quien debe lidiar con las consecuencias. A su vez, Rusia tampoco dejó pasar la oportunidad para criticar a Estados Unidos.