
El régimen de Maduro en Venezuela es uno de los inesperados beneficiados con la guerra en Ucrania. La escasez del petróleo ha llevado a varios países a reconsiderar su posición respecto a Caracas y están restableciendo relaciones que llevaban años en el congelador, gracias a sus reservas petroleras.
La movida más clara en este sentido la dio Estados Unidos el mes pasado cuando autorizó a la empresa Chevron a operar en Venezuela. De esta forma, Washington logró el acceso al petróleo venezolano a cambio de la exigencia de avances democráticos —los cuáles todavía no se han dado. A la sombra de esta decisión varios países europeos han intentado también establecer vínculos comerciales con Caracas. Si bien desde hace meses, Eni y Repsol, compañías energéticas italiana y española, respectivamente, habían hecho lobby con el gobierno de Estados Unidos para comerciar petróleo venezolano, ahora que Washington le dio el visto bueno a Chevron va a ser más difícil para los estadounidenses negar los avales para que se den estas operaciones. Pero no solo se trata del comercio del petróleo. España anunció en días pasados que volverá a nombrar un embajador en Caracas después de más de dos años.
Por ahora, la apuesta de la diplomacia internacional está centrada en los intereses económicos con la esperanza de que se produzcan cambios políticos. Sin embargo, éstos ha sido pocos y se han producido con lentitud. Los diálogos entre el gobierno y la oposición han producido algunos frutos, pero el país está lejos de tener avances democráticos concretos.